Nuestro viñedo se enclava en tierras de secano y saso (llanura elevada con piedras y arcilla), aptas para el cultivo de la vid cuando son acompañadas con riego por goteo. Se encuentra a una altitud de 400 metros aproximadamente, situado alrededor de un pantano que produce un microclima especial y apropiado para el desarrollo de las uvas. Cultivamos variedades de Garnacha, Tempranillo (Clon de Tinta de Toro), Merlot, Cabernet, Syrah, y Moscatel.
El clima en nuestros viñedos es continental extremo, es decir, muy frío en los meses de invierno y caluroso en los meses de verano, con temperaturas máximas cercanas a los 40ºC. Su pluviometría, aunque es de 400 litros, no es aprovechable en su totalidad, ya que se origina a partir de lluvias intensas que la tierra no puede empapar y se pierde en los barrancos naturales o las charcas, dada la litografía de tierras impermeables.
Los viñedos de Bodegas Ejeanas están regados a partir de energía solar fotovoltaica, de tal forma que es posible bombear el agua al viñedo con suficiente caudal. Así se evita el déficit de agua que puede originar el bloqueo de maduración.
Esta característica les permite diferenciarse de otros viñedos, ya que en plena época de cambio climático, con temperaturas altas y un régimen hídrico intermitente y aleatorio por los cambios bruscos de tormentas, conseguimos una alimentación regular en todos los estados fenológicos de la vid. En plena vegetación podemos aportar el agua suficiente para garantizar una buena superficie foliar. En julio, en la época de crecimiento del grano, una vez frenado el riego tenemos garantizado un tamaño normal del grano, con racimos no compactos con buena porosidad para el paso del aire. El Cierzo característico de esta climatología permite mantener las uvas sanas, evitando tratamientos agresivos. También es un componente muy beneficioso para evitar el desarrollo de plagas y enfermedades fúngicas. Y finalmente, en plena maduración (la etapa más importante), el riego bien dosificado nos permite mantener el estrés hídrico adecuado, para evitar el bloqueo y conseguir una óptima maduración. Este factor es muy impotante para las variedades tintas.
El viñedo en invierno
Tras la caída de la hoja, entre noviembre y diciembre, realizamos la poda de invierno. Es el trabajo más importante del año, ya que nos permite dar forma a las vides y mantener la cosecha estable en el tiempo.
Después, procedemos a la limpia de los sarmientos podados y colocamos los alambres en el suelo para volver a empalizar la viña en la siguiente campaña. A continuación, damos un pase de laboreo con un semichisel para romper la costra superficial del suelo generada tras la vendimia. De este modo lo aireamos y facilitamos la infiltración de las lluvias del invierno.
Finalmente, atamos las cepas que se hayan podido soltar del alambre y dejamos listo el sistema de riego para los meses siguientes.
El viñedo en primavera
Llega marzo y con él la subida progresiva de las temperaturas del suelo. La campaña empieza. La vid despierta de su letargo e impulsa la savia hacia fuera produciendo el lloro, que cerrará los cortes de la poda y permitirá que las yemas broten durante marzo y abril. En este momento comenzamos con el abonado de mantenimiento anual del suelo, que aportará a la vid los nutrientes necesarios para su desarrollo.
Cuando los pámpanos alcanzan entre 10 y 15 cm de longitud, empezamos las operaciones “en verde”: el espergurado y el despampanado. Con ellos eliminaremos los brotes de madera vieja delimitando la carga de la vid, favoreciendo su aireación e iluminación y minimizando los tratamientos fitosanitarios. Mantener el óptimo estado sanitario de la uva es una de nuestras bases de calidad.
Una vez los pámpanos llegan a los 60-80 cm subimos los alambres para distribuir mejor la vegetación, fomentar el porte erguido y mejorar la maduración posterior.
El viñedo en verano
Entre finales de mayo y principios de junio se produce la floración. Es un momento delicado en el que el clima influye enormemente. En esta etapa nos ocupamos de mantener las necesidades hídricas y nutricionales de la vid y controlar el estado sanitario de la parcela.
Tras la floración, las uvas aparecen, engordando hasta el cierre del racimo. En esta fase seguimos controlando el desarrollo, el estado sanitario y las necesidades hídricas de la parcela. Cuando el racimo se cierra se produce el envero, que trae consigo varios cambios: las bayas pierden presión, pasan del color verde al morado y reducen su acidez. En este momento surgen sus compuestos nobles: taninos, antocianos, flavonoides, ácidos fenólicos… y su necesidad de agua aumenta.
Una vez los racimos tornan completamente de color, realizamos muestreos de maduración en el laboratorio para prever el momento óptimo de recolección según el vino a elaborar y nos preparamos para la vendimia.
El viñedo en otoño
Una vez definido el momento óptimo de recolección, se realiza la vendimia. Es una fase muy importante para nosotros y que llevamos a cabo con máximo cuidado para preservar todas las características de la uva. Practicamos la vendimia nocturna lo que significa que recogemos la uva por la noche, cuando su temperatura es más baja, para evitar posibles daños producidos por los altos contrastes.
En la transformación de la uva en vino continuamos controlando la temperatura en depósitos de acero inoxidable. Mientras tanto, el viñedo queda dormido, esperando a que el ciclo comience de nuevo.
Utilizamos la técnica de la vendimia nocturna para preservar al máximo las características organolépticas de la uva.
Elaboramos vinos de máxima calidad gracias al extremo cuidado de nuestros viñedos. Descúbrelos en nuestra tienda online.